El Obispo Mons. Oscar Sarlinga celebró la misa de la Asunción de la Santísima Virgen María para los alumnos del colegio “Santa María” de Escobar, en el salón auditorio anexo a la iglesia concatedral de la Natividad del Señor (en razón de estar el templo en restauración final, por la próxima inauguración y consagración del 27 del corriente). El espacio se encontraba colmado, de alumnos niños, jóvenes, padres y madres de familia y asimismo de profesores y maestros, lo cual es significativo porque la asistencia a la celebración fue optativa. Concelebraron con el obispo el representante legal del citado colegio (y delegado diocesano para las misiones) Mons. Marcelo Monteagudo, el cura párroco de la parroquia de la Natividad del Señor, Pbro. Daniel Bevilacqua y el vicario parroquial, Pbro. Alfredo Antonelli.
Por la tarde del día 15 de agosto, el obispo Mons. Oscar Sarlinga celebró la misa en la iglesia criptal de Santa Florentina y lo Santos Padres de la Iglesia hispana, en la ciudad de Campana, habiendo concelebrado el Pbro. Agustín Villa. También en esta ocasión se dio la participación de muy numerosas familias, jóvenes, niños, fieles de toda edad que acudieron a honrar a la Madre de Dios Asunta al Cielo. El Obispo predicó sobre la “Mujer revestida de Sol” del libro del Apocalipsis, como figura de la Iglesia y de la Virgen María.
Explicación de la festividad religiosa
La Asunción es un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos. Este día, recordamos que María es creatura humana perfecta, obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el ser de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo fue siempre un templo santo e inmaculado. También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes. La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola la maternidad (por ser Madre de Dios), aunque preeminentemente por ello, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento. María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios. En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza. María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón lo tenía lleno de Dios. Ella es nuestra Madre del Cielo y está dispuesta a ayudarnos en todo lo que le pidamos. Un poco de historia El Papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950. La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida. Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas. Este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. ¡Qué bien supo Ella corresponder a éstas! Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes. María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios. En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también. María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo, imagen de la Iglesia, como primera redimida, imagen del Pueblo de Dios que peregrina en la historia, imagen de la Iglesia como “Persona Mystica” (esta expresión pertenece al Papa Pablo VI).
Por la tarde del día 15 de agosto, el obispo Mons. Oscar Sarlinga celebró la misa en la iglesia criptal de Santa Florentina y lo Santos Padres de la Iglesia hispana, en la ciudad de Campana, habiendo concelebrado el Pbro. Agustín Villa. También en esta ocasión se dio la participación de muy numerosas familias, jóvenes, niños, fieles de toda edad que acudieron a honrar a la Madre de Dios Asunta al Cielo. El Obispo predicó sobre la “Mujer revestida de Sol” del libro del Apocalipsis, como figura de la Iglesia y de la Virgen María.
Explicación de la festividad religiosa
La Asunción es un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos. Este día, recordamos que María es creatura humana perfecta, obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el ser de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo fue siempre un templo santo e inmaculado. También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes. La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola la maternidad (por ser Madre de Dios), aunque preeminentemente por ello, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento. María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios. En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza. María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón lo tenía lleno de Dios. Ella es nuestra Madre del Cielo y está dispuesta a ayudarnos en todo lo que le pidamos. Un poco de historia El Papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950. La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida. Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas. Este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. ¡Qué bien supo Ella corresponder a éstas! Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes. María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios. En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también. María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo, imagen de la Iglesia, como primera redimida, imagen del Pueblo de Dios que peregrina en la historia, imagen de la Iglesia como “Persona Mystica” (esta expresión pertenece al Papa Pablo VI).
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