Friday, November 06, 2009

NUEVA ORDENACIÓN SACERDOTAL PARA LA DIÓCESIS DE ZÁRATE-CAMPANA

Una nueva ordenación sacerdotal ha venido a ser causa de alegría y crecimiento del clero de Zárate-Campana, dentro de la continuidad del Año Paulino con el Año Sacerdotal. El sábado 31 de octubre el Sr. Obispo Mons. Oscar Sarlinga confirió el orden presbiteral al Diác. Alfredo Meóniz, quien hasta ahora había venido desempeñándose en la parroquia de la Inmaculada Concepción de Maquinista Savio. Con las dos ordenaciones presbiterales que están previstas para el mes de diciembre (de los dos diáconos que actualmente terminan sus estudios teológicos en la Facultad de Teología), serán cinco los nuevos sacerdotes, que desde abril del pasado año han sido incorporados al presbiterio.

Como seminarista, Alfredo Meóniz realizó sus estudios en el Seminario de Gualeguaychú, y los concluyó en el Seminario de Mercedes-Luján. Habiendo recibido la ordenación diaconal, el Obispo lo adscribió a la parroquia de la Inmaculada Concepción, de Maquinista Savio, donde ahora quedará como vicario parroquial.

En la ceremonia de ordenación presbiteral, que tuvo lugar en la iglesia de la Inmaculada Concepción, se hallaban presesentes una veintena de sacerdotes (entre los cuales el vicario general, mons. Galuppo, el pro-vicario general y Rector del Seminario "San Pedro y San Pablo", mons. Santiago Herrera, el Rector del Seminario de Mercedes, mons. Darío Kling, el director de estudios del Seminario de Gualeguaychú, Pbro. Joaquín González, el cura párroco mons. Justo Rodríguez Gallegos y otros), los diáconos permanentes y en camino al sacerdocio ministerial, los seminaristas del Seminario "San Pedro y San Pablo", las religiosas de la Madre Teresa de Calcuta, las religiosas de la Caridad de Miyasaki, y numerosos fieles, entre los cuales muchos jóvenes.

La comunidad parroquial recibió con júbilo la noticia de la permanencia del Pbro. Alfredo Meóniz como vicario parroquial en Maquinista Savio, comunidad situada entre los partidos de Pilar y Escobar, y cuya jurisdicción parroquial cuenta con cerca de 80.000 habitantes. La parroquia, cuyo párroco es mons. Justo Rodríguez Gallego, nació como misionera, y cuenta con un grupo misionero que ha prestado servicios en distintos lugares de la diócesis de Zárate-Campana, desde que se asumió como prioridad pastoral el estado de misión. Actualmente presta su servicio sacerdotal de fin de semana en la misma parroquia el Pbro. Nicolás Guidi, quien es prefecto de la vida común del Seminario "San Pedro y San Pablo", y la parroquia cuenta también con los servicios de un diácono permanente, y un grupo de laicos formados, entre los cuales algunos que participan de la Escuela de Ministerios de la diócesis.

A continuación, la homilía del Sr. Obispo:

Iglesia de la Inmaculada Concepción
Maquinista Savio
31 de octubre de 2009

(Luego de saludar cordialmente en primer lugar a la mamá del ordenando, al mismo Alfredo, que recibiría el presbiterado, a su familia, a los sacerdotes –en especial al vicario general, al pro-vicario general y Rector del Seminario de Zárate-Campana, al Rector del Seminario de Mercedes-Luján, al Director de estudios del Seminario de Gualeguauchú- diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas y a todos los fieles que asistían a la ceremonia, el Obispo dijo la siguiente homilía)

En este día tan gozoso, en esta circunstancia solemne y en pleno Año Sacerdotal, convocado por nuestro Papa Benedicto XVI, me dirijo ante todo a nuestro hermano Alfredo, quien va a recibir la gracia del sacerdocio ministerial:

Hoy es un día de Gracias, en el que Jesús nos vuelve a llamar, golpeando a nuestro corazón: "No los llamo siervos... les digo amigos" (Jn 15, 15). Así les dijo Cristo a sus discípulos y nos lo dice hoy. Estas palabras de Jesús tienen que ver profundamente con el lema sacerdotal que has elegido, Alfredo, y que has tomado de la carta a los colosenses, de San Pablo: "Revístanse de misericordia" (Col. 3,12). Se trata de esa misericordia que derriba todo muro de enemistad y de odio, y que nos abre el camino a la amistad en Cristo, a ser «un solo corazón».

Querido Alfredo: el Señor te ha revestido de Misericordia desde que te eligió, como lo ha hecho con todos nosotros, desde la eternidad, antes que fuéramos formados en el vientre de nuestra madre. La historia de nuestra vida está en manos de Dios, pero lo que podemos decir es que desde hace tiempo (sacramentalmente desde el Bautismo y en lo vivencial desde la asunción personal de tu conciencia de vocación cristiana) estás asociado íntimamente a la vida de Cristo. Has seguido a Jesucristo, quien te invitaba a consagrarte enteramente a su misión. El Seminario, la experiencia en parroquia, la formación en parroquia al amparo de la Virgen Inmaculada, te han plasmado en esa «historia de tu seguimiento al Señor».

La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, te ha elegido para el orden presbiteral, porque el Señor te eligió. Has sido elegido para "apacentar el rebaño del que el Espíritu Santo los ha hecho guardianes", como dijo San Pablo a los presbíteros de Efeso, esto es, para ser sacerdote, que sirva a su grey, camine al frente de ella y con ella. Ni sólo «al frente de ella» (podrías aislarte y podrían no seguirte) ni sólo «con ella» en un sentido en que se diluyera el sentido de tu guía. Con ella y al frente de ella, como el que sirve. Auguro hoy que el Lavatorio de los pies, del Jueves Santo, sea una imagen viviente que te guíe en tu ministerio sacerdotal.

A través del sacerdocio ministerial, es Cristo resucitado el que actúa, glorificado por la mano de Dios y puesto por su Padre en posesión del Espíritu Santo prometido (cf. Hch 2, 23); ese Cristo es quien actúa en nuestro ministerio. Porque El es el Principio, El es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia (cf. Col 1, 18). Por el pecado de los miembros, a veces puede obscurecerse la mirada respecto de la Luz de la fe, pero es claro que en el Espíritu Santo, Cristo prosigue su obra por medio de aquellos a quienes ha constituido Pastores y que no cesan de transmitir ese don espiritual. En el caso de los Obispos, mediante la imposición de las manos, como "los sarmientos por los que se transmite la semilla apostólica"(cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 20)

De manos del Obispo y por su oración recibes la misión de santificar al Pueblo de Dios. En este sentido, sos padre, por ello has de transmitir la vida de Cristo por medio de los sacramentos que celebras. Sigue interesándote siempre en preparar a los fieles laicos para estos sacramentos y en animarlos a vivir en ellos con perseverancia, con luz y sal que transformen la sociedad de hoy.

Querido hermano, que tu oración no deje de acompañar a vuestro pueblo por los caminos de la santidad. Contribuye a preparar, con la gracia del Señor, una Iglesia sin tacha y sin arruga, de la que es símbolo la nueva Jerusalén de que nos habla el Apocalipsis. "la esposa ataviada para su Esposo" (Ap 21, 21).

Traé siempre al redil con misericordia a quienes se han alejado, velá por todo el rebaño y defendélo, como clamaba San Pablo (Hch 20, 29-31), al mismo tiempo que procurá suscitar un espíritu cada vez más misionero. Buscá en todo la comunión y la edificación del Cuerpo de Cristo. Recordá siempre que la verdadera autoridad, la auténtica, la autoridad según Jesús, es la de Buen Pastor que conoce a sus ovejas y está atento a cada una de ellas; la de Padre que lo es a tal título por su espíritu de amor y dedicación; la de «administrador», y no «dueño», mucho menos «dominador», la del administrador, decía, que siempre está dispuesto a dar cuentas a su Señor y a la Iglesia; es la actitud del "ministro", que está en medio de los suyos "como quien sirve" y dispuesto a dar su vida.


La misión puntual que se te confía, requiere de vos, además de la autoridad verdadera y del servicio hasta dar la vida, la prudencia y sabiduría de los "ancianos", «presbyteroi», y el espíritu de equidad y paz; la fidelidad a la Iglesia, una pureza ejemplar de doctrina y de vida. Se trata en definitiva de conducir a los fieles (y de caminar junto con ellos, como hemos dicho) hacia la santidad de nuestro Señor. Siendo «ministros» no dejamos formar parte del «Pueblo», ese Pueblo sacerdotal que es la Iglesia. Tu misión tratará de ayudar a todos a vivir el mandamiento nuevo del Amor fraternal, que Jesús nos dejó corno testamento (Jn 13, 24).

San Pedro escribía a los "ancianos'": "Apacentad el rebaño de Dios... según Dios... sirviendo de ejemplo al rebaño" (1 Pe 5. 2-5). Así proveerás al bien de la edificación de la Iglesia, tan vapuleada, algunas veces, no menos, socavada desde dentro, no siempre con malicia, no pocas veces a causa del «creerse dueños», eso socava desde dentro.

Alfredo, poné al servicio de la Iglesia las cualidades con las que el Señor te dotó: tu espíritu de oración, dedicación, laboriosidad, sentido de la responsabilidad. Poné todas esas cualidades hoy, como ofrenda, en el Corazón de Jesucristo, Pontífice de nuestra fe.

Tu ministerio ayudará a formar conciencias según la ley de Dios, la Ley Nueva del Espíritu Santo. Además, educando a las conciencias en orden a las responsabilidades y a la comunión en la Iglesia, contribuirás a formar ciudadanos honrados y valientes como el país los necesita; artífices de la concordia y del amor fraternal sin frontera, preocupados de un desarrollo armonioso principalmente entre aquellos más pobres y necesitados.

Querido hermano, este ideal no debe asustarte. Al contrario, debe animarte y servirte de motivo de esperanza. Ciertamente, llevamos el tesoro del orden sagrado en vasos de barro, o de arcilla (cf. 2 Cor 4, 7). El Apóstol Pablo tenía una conciencia muy acabada de dicha realidad. Pero sometiendo «con humildad» toda nuestra persona a Cristo que nos llama a representarlo, estemos seguros de su gracia, de su fuerza, de su paz. Siguiendo las palabras de San Pablo, como tu Obispo, te digo también hoy: "yo los encomiendo al Señor y a la palabra de su gracia" (Hch 20, 32), y en un sentido espiritual, como esas bendiciones bíblicas que están en el ritual de los matrimonios, «que veas a los hijos de tus hijos, y que sean en ti benditos hasta la tercera y la cuarta generación». ¡Que Dios sea glorificado en tu persona sacerdotal y en tu ministerio!.

Con la ayuda de la Inmaculada Madre de Dios, María Santísima.

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